Hambriento de ti
Ahora puedo confesarte amor que tengo el corazón hambriento de ti. Cuántas veces no nos ha jugado una mala pasada a ambos este estado de ánimo tan intenso que experimentamos, y por el que sencillamente nos dejamos llevar hasta el punto más elevado del estado placentero de nuestra exaltación emocional. Por nada del mundo quiero que te vayas. Mientras nos contamos nuestras vicisitudes dispongo de la ocasión perfecta para decirte sin ningún tipo de excusas lo que te adoro, a la vez que compruebo el tiempo que resta para saciar de nuevo el hambre que tengo de ti.
Un día de hace ya un tiempo, la vida me enseñó a apreciar el valor de aquello verdaderamente importante para mi existencia: Las personas que conforman esa parte significativa para mi vida, y a quienes quiero sin ningún tipo de condición. Aunque no te lo creas, tú eres uno de estos seres por quienes yo daría todo cuanto soy. De igual modo, sé, que a pesar de las muchas veces que te muestras infranqueable, tú también experimentas idénticas emociones por mí. Deja de hacerte el duro, ni tampoco hagamos esperar más a nuestro apetito ardiente. He de confesarte que de vez en cuando cierro los ojos y me imagino que aun continúo sintiendo tu respiración muy cerca de la mía, y sin que nada nos haya podido distanciar.
En aquel tiempo, creí que te había perdido entre tanto que mi corazón se moría de hambre por tu sonrisa saltarina, por tu mirada inigualable a la vez que atractiva, y también por el calor de tus palabras siempre afectuosas. Cada uno de los días de mi existencia recordaré aquel día que tuve la fortuna de encontrarte por primera vez, y nunca olvidaré los instantes de nuestra historia pese a que nuestro estado de ánimo reaparezca para darnos un repaso emocional. Tanto tú como también yo, somos conscientes de que únicamente disponemos de esta vida y por tanto no podemos perdernos en nimiedades. Si no saciamos este apetito por vivir el hoy, y el ahora, nos quedaremos otra vez los dos hambrientos. Seamos de nuevo fieles a nosotros mismos, y caigamos una vez más rendidos en nuestros brazos, náufragos en un mar de afecto los dos.