Tomar un tiempo a la certeza del presente

Arancha García/ septiembre 4, 2013/ Opinión bloguera/ 0 comentarios

Tomémonos un tiempo y miremos al día que vivimos, y las cosas que en él acontecen. Con la certeza de que estamos presentes aquí y ahora. Viviéndolo, sin que sea sólo parte de un sueño.
Las mejores cosas que jamás pudimos creer, y que por ende no las volveremos a ver y sentir ahora mismo tal cual. Si. Puede que se repita la visita a casa de la abuela, o el compartir un café con algún amigo(a), e incluso puede que el ir a la eucaristía, sentarnos a la orilla de la playa, en la butacas de aquel chiringuito que abre cada verano justo al lado de la caseta del socorrista. O bien, de entre otras muchas cosas; ir al campo de juego sabiendo que los nervios aparecerán cuando salte nuestro equipo de fútbol preferido; baloncesto, vóleibol, bádminton…

Puede que algunas veces, tomemos éste tiempo como un medio para escapar de casa, ó tal vez, para que no nos agobie la soledad y el silencio… Sin lugar a dudas, con independencia de todo ello, y a lo que a pesar del atractivo que desprende lo que pasa en el interior, dejamos se escapen muchas vivencias.

Alegría, euforia, compañía, libertad, cariño… Un llano inmenso de emociones, iguales que una noria, que se pasean por los ojos, los brazos, la nariz, las piernas, los pulmones, el corazón, la cabeza… Nos sacude, y hace que nos sintamos las personas más felices. Sin que nos demos cuenta de lo que nos importan, y de lo que significan para nuestras vidas.

Aunque otras gentes crean que exageramos, sólo cada uno, sabe la felicidad plena que las circunstancias personales nos proporcionan.

Aún, habiendo quién crea que las cosas son «por derecho», cuando algo que se mueve por dentro, las conclusiones cambian.
Y eso puede volverse a repetir en hechos, en el transcurso de la vida en cualquier instante. Cuando menos se espera. Sin embargo, jamás, la esencia de lo vivido, por más que vuelva acontecer algo similar, jamás se repetirá.

 Jamás volveremos a sentir esa complicidad, ó jamás, volveremos a reír como reímos ahora. -«Cuando la abuela saco de su bolso ese caramelo de paquete canelo, y con su característico olor avainillado, lo puso en las manos»-, -«Cuando te derramaste el café al dar un sorbo y resbalarse de los labios por estar caliente»-, ó cuando, -«a manos del sermón, te abriste en canal con tus emociones, cuando en los bancos de la iglesia sentiste la complicidad y la tranquilidad de tu interior»- así, -«Las miradas indiscretas de aquel camarero, que parecía tener una máquina de rayos «x» y no te quitaba ojos»-… Así, unos por otros, no volverán a ser iguales las cosas que vivimos y viviremos.

Por todo lo que acontece y por todo el tiempo que dedicamos a vivir; a pesar de que nos llamen ilusos, o soñadores, escogiste ser sincero contigo y vivir intensamente éste tiempo que acontece. Desde el cual, podemos confirmar, que lo que vivimos y sentimos no se queda sólo en un simple sueño ó ilusión.
Sin que dé lugar a la evasión real del sentimiento. Y que desaparezca la soledad y el olvido de lo que podemos vivir y hemos vivido.

Dejando que las emociones suban y bajen, idénticas a su viaje en una noria, tomando un poco de tiempo, y fijándonos sobre lo que vivimos y sentimos. Certeros de que estamos vivos.

También publicado en Elblogoferoz

 

 

 

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