La decisión no es amiga de la imposición
No es igual opinar, -“…Lo apropiado…”-, -“…Lo ideal…”-, a decidir y acatar. -“… ¡Haz esto!…”-, -“…No vayas…”-.
Constantemente en las acciones cotidianas se toman decisiones, y no es igual confundir el opinar a aseverar. Desde lo más simples, “dónde ir”, “qué comer”, “cómo vestir”, “cuándo comprar”, hasta otras a las cuales indudablemente se les dedica más tiempo para decidir, dado el significado y relevancia que tiene para el desarrollo de la vida, y como pueden ser; a “qué estudiar”, “con quién convivir”, “con quién relacionar”, “cómo hacer”, “dónde trabajar” [fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][…] Interminables y transcendentales listas de decisiones todas de igual importancia. Que de no ser así, no darían lugar a un minuto de tiempo hasta sacar la conclusión apropiada.
¿Por qué entonces, si realmente decidir, es lo normal y habitual para cualquiera al ser las circunstancias personales adversas, hay a quién se le niega o condiciona su derecho a ello?
Lo que supone principalmente tomar en la vida decisiones propias.
Equivocadas o acertadas. Al fin y al cabo, personales.
Quizás no está “justificado” en su dimensión ni en el derecho de los demás para ello, aunque sí puede estarlo “sólo” en casos extraordinarios; al presentarse ciertas dificultades personales que indiquen no estar en las mejores condiciones para poder decidir con soltura, y sin que no tenga efectos negativos en el desarrollo personal. Venga la ayuda y orientación para decidir lo mejor del apoyo familiar, de amigos, la figura legalizada del “tutor(a)”.
Siempre, por supuesto, desde el respeto y teniendo en cuenta la opinión y deseos del afectado, aún no estando los demás de acuerdo con lo decidido.
Sin comprender de pleno, como haya quién aún a estas alturas mantiene que el tener una situación adversa; dificultad en el movimiento, carencia auditiva, comprensión reducida o lo que por otra parte no supone estar al cien por cien física y mentalmente, unida a otras situaciones adversas temporal o permanente, al necesitar un poco más que otros de terceras personas; sin calificarlas ni clasificarlas, dada la diversidad de cada situación, parecen que son señales indiscutibles para ser tajantes a la hora de lo que podría decirse “dialogar”; ordenar y decidir.
Erróneo planteamiento. Ya que, por el mero hecho de tener una situación adversa no quiere decirse que no se tenga la capacidad suficiente para saber y diferenciar lo qué se quiere, cómo, cuándo, dónde, con quién y de qué forma […]
Incompresible prohibición y actitud, que lo único que consigue desde ésa misma invitación a callar y acatar, sin dar ninguna oportunidad para la equivocación, cuantas veces sean necesarias, como a cualquiera que decide y hace lo que le viene en gana, así cree que es lo mejor para sí mismo, para su trabajo, aquello sea lo que sea, desde el pleno derecho a decidir sin coacciones ni limitaciones por parte de nada ni nadie. Es un aislamiento social y personal.
El origen de ello puede venir dado desde la inocente y sana intención de quienes nos rodean, bajo la consabida “protección”, del “cuidado” y “afecto” por parte de quienes de igual modo perciben ser quienes controlan la situación y nada se les escapa, sin que crean pierden un ápice de razón en lo que dicen y piensan, creyéndose con el pleno derecho y en la posesión de “la verdad” y “razón” absoluta a la hora de decidir e imponer “qué hacer” y “cómo” , “qué es lo más adecuado”, “lo más apropiado”… Siendo a su modo de ver la manera más propicia para evitar equivocaciones antinaturales; obligando por tanto de manera solapada a aceptar y acatar su pensamiento Sin darse cuenta del daño o frustración que pueden crear; ya que cualquier decisión, o actuación, no puede hacerse sin su aprobación. Lo que suele decirse, –decir y hacer por boca de los demás-. Sin tener ninguna consideración del deseo del otro.
Y sin que sea del todo un hecho erróneo, dado el vínculo afectivo y cuidados que unen, así también sin dejar de tener en cuenta que nadie mejor para hacer caso que a una madre, padre, hermano, tío, amigo(a), “tutor(a)”, sobre “qué”, “cómo”, “cuándo”; por ser los que en realidad buscan y desean lo mejor, quieren evitar cualquier posible acción “incoherente” deberían ser más dialogantes, comprensivos y flexibles. Implicarse, enfrentar y afrontar la situación de manera más natural.
Responder de manera negativa, cuando únicamente lo que se pretende desde la propia libertad y el derecho a “querer escoger” y “hacer”...
se interprete como señal inequívoca de desagradecimiento; un desagravio personal y nada más lejos de la realidad, pues, puestos a suponer, también podría pensarse que se quiere estar y tener igual derecho a la vida, sin coacciones o cualquier otra presión externa.
Universal e intransferible el derecho a decidir y equivocarse, se tenga o no cualquier situación que dificulte un poco más que al resto de algún hecho. No puede ser el pie para reiteradamente tener que aceptar la imposición y formas de los demás. Incluso aún al aceptarlo en parte.
No está estrechamente ligada la personalidad a la situación. Puesto, se razona con la cabeza, y el cerebro, no con ningún otro hueso, articulación, dolor, artilugio para la marcha, la visión, otros accesorios al puesto de trabajo, etcétera, etcétera.
Siendo miedos e inseguridades lo que al final se cosecha con este tipo de ‘actitudes impositoras’ tras un intenso sometimiento y cansancio psicológico. Siendo algo tan sencillo para evitar convertir la relación en un campo de batalla, y la búsqueda constante a la caza de fantasmas inexistentes, el inculcar una vida normalizada; proporcionar y fomentar para ello armas en -pro de la independencia personal-; y no por el contrario, el hecho de cohibir, escandalizar, amedrentar. Menospreciar constantemente por el hecho de estar en superioridad.
Sin embargo la realidad bien demuestra es un camino un tanto más complejo que la teoría, ya que, tampoco se trata en dejar al “garete” todas las decisiones, la balanza debe es el equilibrio y también hay que saberle dar espacio.
La existente desigualdad radica principalmente en la sociedad en la que vivimos. Prejuicios, e hipocresía, así el abuso de poder, son en gran parte las principales causas de origen responsables de estos comportamientos y actitudes que se sienten apoyadas y sujetas por la gran mayoría; y sin embargo más allá de las maneras estrictamente referidas a las propias barreras del entorno y de las actitudes sociales, parece ser el momento propicio para buscar otros caminos por los que admitir, tolerar y aceptar las opiniones propias, por ínfimas que puedan parecer, así, también para los demás las suyas son importantes.
Dar paso al consenso desde el respeto, el diálogo y el entendimiento para acabar optando por lo mejor para cada uno, que será de rebote lo mejor para todos.
Resultado y ejemplo de ello fehaciente, es lo que tras durante años, y a base de mucho trabajo de concienciación se ha comprobado, puede cualquier persona tener acceso a un ámbito social, laboral, cultural, y educativo, sin armar para ello escándalos, ni dar la lata.
Siendo aceptadas y respetadas las decisiones de los demás, animar a la participación en las actividades sociales. Equiparar el número de oportunidades sin importar el ámbito donde se mueva, así el facilitar y dar rienda suelta a las capacidades individuales, permitiendo poder compartir en asociaciones, centros educativos, bibliotecas… Es posible. Sin ser juzgados antes, sólo por ver e intuir cualquier situación compleja.
Sin olvidar nunca que ninguna decisión es mejor que otra, simplemente es una decisión. Nadie sabe a ciencia cierta, si al final el camino elegido para continuar, puede ser mejor o peor, salga bien o mal. En la virtud está el arriesgar. Sólo quién arriesga, gana, y avanza.
Al final ¿Quién no cuenta con alguna situación compleja, una situación tocada? ¿Quién no decide y arriesga cada día, en la vida?
Tomar decisiones está por encima de todas estas circunstancias.
“El secreto”. Respetar, para ser respetado. Aceptar, para ser aceptado, tolerar, para ser tolerado […]
También publicado en Elblogoferoz
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Impresionante!! No permitas bella bambina nunca hablen por ti.