Peregrinar a la Cueva peregrina del Sto. Hermano Pedro
Viento, mar y aire, cada estadios climatológicos, frío, calor, y estructurales; caminos, senderos… Caminos, que trazan una meta. No menos alejada a cada uno de ellos a la cuevecita del Hermano Pedro.
Precedidos cada uno hasta la rústica y pastoril cueva, conductoras y guías serpenteadas de caminos, estadios e infraestructuras, a peregrinos, y devotos.
Santo Hermano Pedro de San José de Betancourt. Nacido en 1626. Pastor y cabras. Tres siglos de breves descansos, con los animales andando. Quien aprovechaba tal singular estancia para recuperarse y recomponer fuerzas, para así, reemprender y andar camino a su pequeño pueblo; los altos de Chasna en Vilaflor, donde vivió y realizó sus obras y milagros.
Al punto y seguido a su jornada. Mientras el pastoreo copaba lo cotidiano del santo hermano, pasado y presente, continuación en su respeto y cuidado, de la Cuevecita, prehispánica originaria del siglo XVII cuyo significado supera el ámbito estrictamente religioso. Recogimiento y reflexión. Ánimo y paz es una de las cosas que poder sentir y descubrir, al visitar la cueva y sus alrededores. Visibilidad de una instantánea de permanencia perenne.
Entrando y saliendo. Al sonido improvisado de aviones, surcando y cruzando el cielo, casi a ras de pista del aeropuerto sureño. La cuevecita transcurre pasiva, a espera de ser visitada, poner aliento, al silencio.
Paraje virgen, solitario, impregnado de color arenoso, un recorrido de tranquilidad. Fina brisa en su exterior que azota el cuerpo cada segundo, recreándose fuera de montículos, a la tranquilidad y pensamientos; bienestar que embargan el sentir de un recogimiento.
Sillas, cuadros; citas, y oraciones enmarcadas y sujetas en las escarpadas y rugosas paredes ornamentan la cuevecita, dando cobijo y serenidad, que invitan a dejarse llevar por cualquier brote temporal de cualquier pensamiento; plegaria, alegría… Invade y evade cada segundo de la estancia; pleno y alentador silencio. Con el sonido de aves… Impregnación de sosiego.
Atesorándonoslo todo en la cuevecita. Historia y vivencia que, actualmente, parece no haberse evaporado en ningún instante, a pesar de los años transcurridos. A su otro pueblo devoto; su estancia en Antigua (Guatemala), hasta allí lo condujo en uno de los caminos de su vida, de la vida.
Santo Hermano Pedro, beatificado y venerado por cuantos a su cuevecita acuden.
Terapia para el alma, que ayuda a continuar, un apoyo cuando al hacer una parada, reponer fuerzas, bloquea al llegar, entrar y estar tan sólo unos minutos en la cuevita.
Tranquilidad y sosiego que invitan a visitar y hacer el camino del Santo Hermano Pedro. Fieles a la actualidad pastoril como antaño. Milagroso recogimiento de Cientos de devotos que acuden al lugar para celebrar y orar este y otros días, en honor al hermano Pedro. Caminos que trazan una igual meta. La cuevecita, del Santo beato hermano Pedro.