En el barrio de Angustias; «las fiestas endiabladas»
Uno de los emblemáticos y señoriales, recóndito rincones de Ycod, se halla en pleno septiembre en tiempo festivo.
«Escondido», tirando más que para el casco, hacia la costa, la Playa de San Marcos, en una plazoleta al margen del barranco, al recodo de un antiguo Molino de agua, hoy en desuso, al cobijo protector desde lo más alto por las faldas del Teide, y a su retaguardia por la Plaza de San Marcos, y el Drago Milenario, justo a la orilla de la carretera general, en un pequeño descampado, rodeado hoy por huertas, antaño de plataneras. Cito lugar dónde se ubica, de un lado y otro el «Barrio de las Angustias» con su hermosa ermita, donde La virgen de Angustias, pequeñita en tamaño, no así en su grandeza en fervor y advocación; inmigrante como muchos otros Ycodenses, se afianza y echa raíces en el barrio. Corriendo entonces el año 1741 cuando de la mano del ilustre Ycodense Capitán Don Marcos de Torres, después que éste la mandara a esculpir la trajese consigo desde la ciudad de México [fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][…]
La Comisión de fiestas, animados, no cejan un minuto en contagiar y ensalzar a todos de la alegría del momento. Animan a los vecinos para transformar el barrio. Lográndolo.
Como ha venido ocurriendo durante todos estos días desde que llegó septiembre; cuando, con la sombra del lunes retozando por el barrio, a eso de media tarde, con el consabido chupinazo, las angustias comienza a cambiar su aspecto.
Por unos días cambia su tranquilidad y sosiego por un mayor ajetreo en actividad y colorido. La visita de extranjeros, allegados, vecinos, amigos, será el eje principal que durante estos días de cuerda al barrio.
Por si fuera necesario, no siendo el caso para ponerles en ambiente; los vecinos, al compás del folklore; un popurrí de temas de la tierra, inauguran el enrame de las calles. Añaden más color al ya existente con las tradicionales bandas de colores, azul para la ocasión, rosas, claveles y nardos. Sitúan estratégicamente alrededor de la plaza las cantinas de comida y bebida; la de los perritos calientes, los churros, etcétera. -Los habituales, quienes no fallan un año-. Igualmente hacen con los parques infantiles, para los más chicos del municipio.
Con el barrio envuelto en la ebullición de sus fiestas, conscientes del interés y del arraigo singular de sus tradiciones; las que no se han perdido dada la implicación de sus propios vecinos, quienes han profesado un extraordinario respeto y cuidado de ellas; inculcándosela desde bien temprana edad a hijos, sobrinos, nietos: las nuevas generaciones, que ya también se manifiestan, ensalzando a «la dolorosa»; a su virgen de las angustias, en fe y cariño.
Si algo caracteriza al barrio de angustias con lo religioso, es su nexo de unión con las libreas, «el diablo» y «la diabla» […]
Llegó el gran día: domingo. El calendario se une al ambiente festivo; marcándolo especialmente.
Las ansias porque la jornada avance está presente en el deseo de todos cuantos algún día tuvimos ocasión de estar ahí, tal cual fuese hoy mismo. Como si el tiempo se hubiese congelado.
Es el día tan desesperadamente esperado; «el diablo» y «la diabla» -confeccionados con grandes cestos de mimbre y papel-, se acicalan concienzudamente en su refugio; esperando puntualmente el tic del reloj […]
¡Ding! ¡Dong! ¡Ding! ¡Dong! […] El reloj de la Plaza Matriz, marca la hora. Son las cuatro y diez de la tarde. Sin retraso, con puntualidad inglesa, con la calzada que separan un sitio a otro, atestada de gente que aguardan ansiosos el momento. Ya impacientes, cuando marca y da sonido; se impacientan un poco más. Se entrecorta el ruido del tumulto. Los nervios, el hormigueo aumenta.
Con la adrenalina de una pagana tradición; ¡aparecen!
¡Ahí están! Se asoma por la puerta, primero «el diablo», le sigue entonces «la diabla», se les ve con buen aspecto, con ganas de hacer de las suyas.
La gente entre tanto sigue acumulándose a los alrededores de las calles, también los esperan en lo alto de la plaza matriz.
Todos expectantes; con el cosquilleo del qué pasará. Con el pañuelo rojo, al cuello.
Como si de un código de comunicación se tratase se suceden los voladores. Los que sin detenerse un instante, surcan el cielo como bólidos. Por momentos, silbeteando, saludando […]
Desde hace días la manifestación festiva por el barrio de Angustias es algo más que evidente […]
Acostumbrados en el año a la reinante paz y tranquilidad en tan señorial lugar, son pues éstas señales evidentes, las que avisan desde hace rato, de que algo extraordinario va a pasar.
¡Boom! Uno ¡Boom! Dos. En las entrañas del barrio de angustias la sensación de «Angustia» corre por el cuerpo de muchos. Principalmente por los más chiquitines, porque ver “el diablo” y “la diabla” tan de cerca impresiona, imponen respeto, da miedo.
Se escucha un rítmico sonido tradicional. El Tajaraste. Los músicos aguardan con sus instrumentos; la flauta, el tambor, las chácaras, con ellas darán las notas oportunas como acompañantes al recorrido de ésta “escapada endiablada”.
«El diablo» y «la diabla» se asoman definitivamente a la puerta de su refugio; se echan a correr.
El primer estruendo de las tracas que llevan endosados a su espalda son ensordecedoras, ¡Fuu! ¡Boom! ¡Trac! ¡Trac! ¡Fuum! ¡Fiuuum! ¡Plac! ¡Fiuum!… Corren detrás de los chavales, su intención no es otra más que la de ahuyentarlos y hacer sus delicias, a pesar del miedo.
En su primera escapada, bajan al centro de la plazoleta, sorprendiendo a cuantos estaban allí apoyados, en los muros, cerca de la entrada a la ermita, donde sin pararse y marearse, con un sorprendente equilibrio dan continuas vueltas sobre sí mismos, como trompos; persiguen a los que allí están.
De repente, sin avisar cambian el sentido de la marcha. ¡Suben, calle arriba! a un ritmo considerable; corren, el griterío, el tajaraste y la provocación de los chavales llamando su atención, para que vayan estos pues en su búsqueda no cesan; en reiteradas ocasiones:
– ¡Diaaablo!-
– ¡Diaaabla!-
– ¡Aquíii!
– ¡Ven!, ¡Ven!- […]
Por supuesto que ninguno «el diablo» ni «la diabla» se amedrantan, rápidamente siguen las órdenes y acuden sin pausa a la llamada, con más alegría si cabe, -pareciera estaban esperando escuchar esas palabras: las mágicas-.
La humareda y el sonido de la pólvora persisten, la estela que éstas dejan se transforma en la guía eficiente para quiénes no quieren tropezarse frente a frente con ninguno de ellos, aún pues, sí queriendo verlos a lo lejos.
“Los diablos” corren detrás de unos chavalines; más o menos de edades de entre nueve ó diez años; las risas y los nervios los traicionan, no saben bien qué rumbo coger, de un lado a otro, no tienen seguro saber a dónde correr, cobijarse. «El diablo» y «la diabla» si quieren los pueden acorralar y mortificar no es tan malo el diablo(a) como lo pintan-, los dejan escapar.
Entre tanto, una vez más corren, se dejan ver por la Plaza de la Pila, para luego bajar por el otro lateral de la plaza San Marcos, la que han bordeado, desde que empezaron a correr hasta ahora. Continúan con el recorrido.
Regresan nuevamente al sitio de partida, «las angustias».
Entran nuevamente a la plaza, persiguen y danzan en compañía de su corte de Gigantes y Cabezudos. Dan vueltas, giran sobre sí continuadamente, con un equilibrio intacto, sorprendente.
En el ambiente persiste el olor a pólvora. Pareciera que está calculada su duración […]
Bailan los diablos en la plaza, mientras todos los acompañan desde su sitio, la traca, como banda sonora marcan el ritmo, el final.
¡Se acaba! y como si sacado de un cuento, ambos “el diablo” y “la diabla” al tic, tac del reloj, se retiran a su refugio; la casa que tienen subiendo la pendiente que está próxima a la ermita.
Son pasadas las siete y media de la tarde, y ya se han retirado definitivamente. La expectación por si vuelven a salir no desaparece, se les llama y busca, “sin miedo” […]
El barrio de angustias huele a pólvora. Las campanas de la ermita retumban. Una ráfaga de voladores, surcan repentinamente el cielo. ¡Boom! ¡Boom! ¡Borroom, bom, bom! ¡Booom! La eucaristía en honor a la virgen; anuncia va a empezar.
Los feligreses después de haber escapado de las tracas de “el diablo” y “la diabla” se ponen un tanto más serios. La ocasión lo requiere.
Al fondo en su pequeño retablo, ven tan imponente imagen, la de su virgen, su madre protectora. Con la daga en su pecho, su vestimenta, elegante a la par que sobria, con colores campesinos, con una mirada angelical, ven como la virgen derrocha complicidad, bondad. Y es que la virgen, a pesar de que su nombre inspira desasosiego, dolor, es milagrosa; se le atribuyen actos milagrosos.
Los foráneos, algo más tímidos se concentran al lado más cercano a la entrada de la ermita. Entre velorios. Con sabor un tanto más tropical que religioso, observan también sorprendidos, con incredulidad y misterio al lustroso caimán que se halla en el interior de una urna de madera y cristal, la que lo protege. Enorme animal, nunca en ningún sitio se había podido ver un ejemplar tan gigante.
Disecado, con la postura de perfil, con su enorme mandíbula de la que hace gala, con no menos impactantes sus dientes afilados y sus enormes ojos de cristal, de los que parece que miran fijamente, desafiante ante quien lo mira, con no menos asombro. Allí perenne al tiempo se encuentra el tan asombroso caimán.
Muchas son las leyendas y mitos que lo rodean. Sin embargo la que más cuentan las gentes del lugar es la referente al cabrero. –La que mas río de tinta ha llevado-.
Según relatan, con extremo cuidado:
-”El pastor alimentaba desde bien pequeño con leche al caimán, y cuando éste, habiendo crecido, le atacó, con la angustia ante tal hecho, el pastor pidió la intersección de la virgen, la cual con su intermediación y de manera inmediata lo mató, siendo entonces cuando ante tal hecho, el pastor, como señal de agradecimiento a la virgen de angustias le ofrecido al susodicho animal”-.
Los presentes en la Eucaristía, muestran con un respetuoso silencio su admiración y respeto a su venerada virgen […] Finaliza.
La correspondiente procesión por los sitios de costumbres ocupará los siguientes minutos de los actos de celebraciones.
Los vecinos emocionados, la acompañan. El Repique de campanas, los voladores hacen honores al paso por el barrio.
Finaliza y todos, sin excepción; grandes, pequeños se reúnen en los rincones, en las cantinas, las casas. Unos hablan de una cosa otros de otras.
Los chavales de un lado hacen planes para mañana su próxima cita festiva, la de “la merienda endiablada”, la que disfrutaran como “enanos”, como ya ha ocurrido antes entre semana, desde que empezaran el lunes con las fiestas, con otras muchas actividades, pensadas por la “Comisión de fiestas” y vecinos; como siempre hacen para los chavales. Por ser las personas más importantes del barrio, ya que, son ellos quienes en un futuro seguirán la tradición que padres, abuelos, tíos, hoy ya hacen con fervor y tradición […]
La merienda endiablada, las carreras de sacos, el juego de la manzana, quien sin las manos sueltas colocados frente a las manzanas colgadas por una cuerda la mordisquean repetidamente; ganando así quién antes se la terminé.
Festivales, bailes, campeonatos de ludo, dominó… Un sin fin de actividades, culturales, deportivas, religiosas son las que hacen sentir sin género de dudas que éste sea un barrio con tradiciones. Arraigadas; alegres, festivas. Donde la angustia no es el binomio de ellos mismos. Es pues una advocación a su virgen a la que quieren, cuidan y respetan. Como un hijo hace con su madre.
Y es que a Angustias, por el hecho de estar con el curso recién comenzado, o en el resto del año no desanima. Quita todas las penas, da fe, anima, pone buen ambiente y esboza una tremenda sonrisa a todo cuantos, a sí mismo, al barrio de las Angustias nos acercamos.
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Jamás tuve oportunidad de ver nada parecido. Contigo estoy descubriendo cosas excelentes de tu tierra. Dignas de conocer, y vivir; sensacionales. Me enganchan tus textos. ¡Son enormes!. Un Salu2
Gracias. Comparto contigo en que sí que son tradiciones sensacionales. Abrazos.
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